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jueves, 28 de junio de 2012

Para dibujar un sueño


Para dibujar un sueño, antes que nada, tenemos que elegir una perspectiva: eso es, decidir desde dónde queremos verlo. Podemos mirarlo desde arriba y así ver cómo crece poco a poco mientras lo vamos alimentando (esta vista se llama planta, y tiene que tener profundas raíces). Podemos mirarlo de frente, sin arredrarnos, para medir los pasos que nos faltan por alcanzarlo (en línea recta o en círculos). También podemos elegir un contrapicado, de abajo a arriba y ascender como quien escala una montaña, conteniendo el aliento, quedándonos sin aire.

Luego podemos escoger un punto de fuga. A pesar de su nombre no nos servirá para huir de nuestro sueño, pues los sueños si son tales, nunca, nunca, nunca, nos permitirán abandonarlos. El punto de fuga es el lugar por donde los caminos de nuestro sueño convergen en el horizonte. Es allí donde se asienta nuestra utopía, existente y expectante a nuestros ojos, inalcanzable en el presente a nuestros pasos. La estela que dirigirá nuestros trazos.

Y entonces tenemos que decidirnos, vencer el horror al vacío y la nada, e ir hiriendo al papel con nuestras líneas. Al principio indecisas y suaves, poco a poco más decididas y penetrantes. Ir con los pedazos de grafito, construyendo trazos, los trazos construyendo formas. Yendo de lo pequeño a lo inmenso. Construyéndolo, inventándolo. Construyéndonos, inventándonos. Arquitectos de lo impensable, de lo imposible, de lo fantástico.

Para dibujar un sueño, una vez elegida su forma, tenemos que darle profundidad. No bastan los sueños planos, no, no bastan. Necesitamos sueños profundos que se arraiguen en nuestras noches para que no nos lo robe la mañana. Que se anclen en las aceras para que no nos los atropellen las ciudades y su prisa y su vorágine. Que atraquen en nuestros puertos para que no los lleven las olas y las tormentas. Sueños con aristas y volutas, con lugares donde poder jugar al escondite con la vida. O donde refugiarse de la muerte. Sueño-casa. Sueño-parapeto. Sueño-trinchera.

Y ver de dónde vendrá la luz, qué quedará envuelto en sombras. Porque tenedlo seguro, habrá luces y habrá sombras. En todo sueño que se precie las hay. Pero no temed a las sombras: pueden ser vuestras aliadas, vuestras amigas. A veces lo mejor de un sueño es eso que no alcanza a ver el resto,eso que sólo entiende el que mira con algo más que los ojos. Sombra- cómplice. Sombra-esfinge.

Así ,siguiendo paso por paso tendreís un sueño. Aunque la verdad, para qué engañaros, es que con eso sólo tendréis el boceto de un sueño. Porque racionalmente es lo máximo que puede conseguirse. Es lo más complejo que puede explicarse. Para dar la forma definitiva a un sueño. para que se haga indeleble, no bastan las instrucciones.

Un sueño que se merezca ese nombre no puede buscarse, un sueño de verdad te encuentra. Tú puedes haber dibujado un esbozo, haber creado sus contornos, haber perfilado su sombra. Y así vas por la vida, con ese sustrato vivo palpitándote dentro , con una media sonrisa despeñándose de un labio, hasta que de repente, un fogonazo de luz te deslumbra e imprime para siempre en ti una imagen, una idea, un verdadero sueño.

Si el boceto no está listo, aunque se crucen una y otra vez con vosotros las imágenes de vuestros sueños, no sabréis reconocerlas.

Por ello tenemos que llenar los muros del mundo con bocetos de nuestros sueños para que cuando llegue el momento, el sustrato esté listo y entonces se enciendan las luces y ya nada pueda pararnos.


¡Vamos a dibujar!




[Para un fogonazo de luz en forma de sonrisa que jamás abandonará mis sueños]

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