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miércoles, 4 de mayo de 2011

La envidia de los gatos

Parecerá una extraña cadena de sucesos, pero repetida una vez tras otra toma un sentido diferente.

Paseando por el Campo del Sur y por el parque, uno se da cuenta de miles de cosas. Una lo maravilloso que es Cádiz, ni que decir tiene. Pero otra, que quizás pasa más desapercibida a empanados y guiris cruceristas es la cantidad de gatos que hay en esta ciudad. Yo, como exploradora de las cosas inútiles y forjadora de teorías descabelladas (y no por ello menos ciertas) he pasado mucho tiempo observándolos.

Y el primer dato que arroja mi observación es éste: cuando te cruzas en la vida de un gato, éste se detiene, te mira y tras unos segundos se va corriendo.
La pregunta es ¿por qué?

La respuesta parece fácil: miedo. Demasiado fácil para que sea verdad, si quisieran huir lo harían en un primer momento. Pero ellos se quedan ahí un rato, mirándote a los ojos. Yo creo que te miden.

No tu longitud, ni tu altitud, ni tu rapidez...ni ninguna de esas cosas que serían lógicas según las leyes de la supervivencia. Esta es otra teoría que tengo: los gatos no son lógicos. Ellos te miden A TI.

Y he aquí el culmen de mi teoría: los gatos me huyen...porque me tienen envidia.

Sé que te estás sonriendo diciendo, "ostras esta es otra de las de Ina". Pero espera a oír la explicación.

Ellos son equilibrados por naturaleza, ágiles. Obviamente eso no pueden envidiármelo, yo me muevo como un pato en el desierto y sin embargo, soy capaz de trepar a lo más alto, luchar con mis incapacidades y mis ansiedades y jugarme el tipo esperando la caída. Creo que no les debe hacer mucha gracia ver en mis ojos que alguien de naturaleza tan poco grácil puede llegar a desafiar a la gravedad.

Así, ellos, los perfectos conocedores de tejados y azoteas se asombran y siguen analizando mis pupilas. Y en ese insondable vacío descubran tejas y ropa tendida y se sorprenden. Los hombres suelen mirar al suelo cuando van por la calle. Pero no saben que yo soy adicta a las azoteas: las busco desde la calle, las sobrevuelo con la mente, subo a las torres de Cádiz sólo por colarme por sus entresijos y dibujarlas, y describirlas y surcarlas.

¡Ay felino instinto que me lleva a canaletas y alfeizares!...Y ronronearle a la luna.
Porque eso es lo siguiente que ven en mis ojos, una esfera redonda y amarilla y su reflejo en el mar. La luna y sus secretos...y entonces sí que sienten un poco de miedo. Y me miran con recelo. Pero la curiosidad (que no siempre mata al gato) les hace seguir un poco más. La noche, la playa... Empiezan a verme como una igual...

Se lamen las uñas antes de volver a mirarme. Yo misma soy consciente de que en ese sentido me superan. Siempre fui más de apretar los dientes y seguir adelante, que de sacar las uñas.
Cobran un poco de confianza... Siguen mirando...ven como podía competir con ellos en la independencia e incluso en lo arisca que podía llegar a ser. Pero mira por dónde, ahora también pierdo en eso...porque muchas de las personas que me rodean consiguieron romper mi armadura de hielo y dejar salir mi ternura...

Pero me queda mi última baza...la que ven y no pueden aguantarme la mirada...y salen corriendo... Todo el mundo envidia a los gatos porque tienen siete vidas. Y he aquí por qué me envidian... yo sé vivir millones de vidas en una.

No es que sepa más que nadie. No es mérito mío. Yo no digo, voy a vivir una vida en seis meses, en dos meses, en dos semanas o en cinco minutos...no, yo no decido eso.
Sin embargo hay veces que la propia vida y las personas, sin yo esperarlo, así sin más, me regalan una vida. Tan intensa que parece que nazco de nuevo, que aprendo de nuevo a vivir y que cuando se termina muero. Con sus alegrías y sus penas y su superaciones y su música y sus vacíos y mis errores y mis aciertos.

Y eso nadie te lo ve cuando te mira. Ni puedes explicarlo cuando te preguntan. Sólo te sale decir frases preparadas y repetirlas una y otra vez. ¿Cómo se puede explicar toda una vida por corta que haya sido "temporalmente"? Así uno puede ir por la calle, con todas sus vidas a la espalda y nadie sabe lo vivo que está. Salvo que se tome la molestia de mirarle a los ojos. Los gatos se la toman. Y entonces envidian...y salen corriendo.

Ellos nacen con 7 vidas. Nosotros tenemos o no la suerte de poder vivir mil vidas en una. Pero en nuestros ojos se guardan los tesoros de cada una de ellas, si sabemos vivirlas y somos conscientes de que las tenemos.

Yo también saldría corriendo si la vida, con todo su descaro, se atreviese a mirarme directamente a los ojos.


Gracias, a todos los que habeis hecho posible alguna de esas vidas. Y a que escribo esta entrada escuchando tango, mirando un cuadro mágico y una trompeta, y una guitarra, jugueteando con una nariz de payaso, en un cuarto con una bandera azul marino y blanca, llena de tierra y otra con rombo de colores (de mis pueblos indígenas).

Tinki pali, che! Bona nit!

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